Cuando tuve a mi segunda hija, me di cuenta de cuántas cosas inútiles y accesorias me habían hecho perder tiempo, energía y dinero al tener a mi primer bebé. Desde el quinto mes de embarazo, en que me gasté setecientos eurazos en uno de estos carros tres es uno (del que luego, esencialmente, usé solo el huevito). Me consta, por cierto, que no soy la única.
A punto de nacer la segunda, me decía mi madre «Hija, ¿pero todavía no has preparado nada? ¿O ya lo tienes todo?». Y le decía yo, toqueteándome: «A ver: dos tetas, dos brazos… Sí, mamá, lo tengo todo«. Y, básicamente, es así.
Cuando nació mi mayor, salir de casa era un despliegue de medios que rozaba el ridículo de manera constante, para caer de lleno en el más absoluto absurdo cuando me descubría a mí misma guardando el silbato aquel para sorber los mocos, «no vaya a ser que le den mocos, madremía». Cuando nació mi pequeña, agarraba niña y bandolera, un par de pañales al bolso (al bolso, al mío, al normal) y a correr. «Dos tetas, dos brazos, dos pañales… Sí, lo tengo todo«.
Me di cuenta entonces de que, como dicen, la experiencia es un grado, y a veces ese grado te hace simplificar y disfrutar mucho más, porque te vas librando de todo lo que no hace sino complicarte la vida y dificultar que te centres en las cosas divertidas y realmente importantes, que es, al fin, en lo que debería basarse la maternidad/paternidad: en disfrutar de nuestro tiempo con nuestros pequeños, que serán pequeños poco tiempo. También me planteé que, si esta «despreocupación» es progresiva según se van acumulando retoños, cuando yo nací, siendo la pequeña de cinco hermanos, probablemente me soltaron en el estanque de los patos y fueron a recogerme un día a los tres o cuatro años, a tiempo para el primer día de cole.
Total, que dándole vueltas a esta idea estoy pensando que, aunque yo de por mí ya soy muy simple, seguro que puedo simplificar aún más. Y he estado pensando en cosas que NO ME HARÁN PERDER TIEMPO absurdamente en esta, mi tercera maternidad. Y me las apunto, no vaya a ser que a mi cerebro de placenta le de por olvidarlas al parir. Así que NO VOY A PERDER EL TIEMPO…
1: DISTINGUIENDO SI ESTA COSA DE ALGODÓN ES UN CHÁNDAL O UN PIJAMA.
¿Importa? ¿Alguien lo sabe, realmente? ¿Se apagará el sol si saco al niño en pijama a la calle? La respuesta es que no, no y no, en ese orden. Además, que lo voy a llevar todo el día metido en un fular o una bandolera, que es que con suerte se le verá el cogote. Que podría llevarlo en pelotas y nunca se sabría lo mala madre que soy.
2: CAMBIANDO DE ROPA AL BEBÉ POR LAS MAÑANAS PARA LLEVAR A LOS MAYORES AL COLE.
Niiiiiiiiiiiiiiiiiiidecoña. Vamos, ni me lo planteo. ¿Alguien lo hace? Insisto: ¿importa si va en pijama? Mamás del cole, que lo sepáis: voy a llevar al bebé en pijama SIEMPRE. Y si el puerperio me deja la mitad de idiota que las otras veces, es posible que a los mayores también.
3: LIMPIANDO LA CASA SI VA A VENIR ALGUIEN A VERNOS.
Me niego. Al que le moleste el desorden propio de una casa con niños, que no venga a ver a los niños a sus casas. Eso sí, si decidís venir a visitar nuestro caos, agradeceremos como regalo para el bebé y la madre recién parida que os dejéis de flores y os ofrezcáis a bajar la basura y cosas similares (también aceptamos tuppers). De hecho, me planteo poner un cartel en la puerta para las visitas: «Deje esta casa como le gustaría encontrarla al llegar». ¿Es demasiado?
4: CONJUNTANDO CON MIMO LA ROPA DEL BEBÉ.
¿Pa’ qué? Visto al mayor de macarra, y ahora resulta que le gustan los pantalones chinos, los jerséis de punto y la raya de lao. Visto a la niña siempre de colores neutros, y me sale la heredera de la Princesa Unicornia Purpurina. ¿Pa’ qué? Pues pa’ na.
5: PREOCUPÁNDOME POR CUÁNTOS KILOS HE COGIDO O ME QUEDAN POR BAJAR.
Me importa un cucumi. Soy una diosa creadora de vida y mis carnes me pertenecen. Y si no fuera una diosa creadora de vida sería una diosa comedora de donuts, me da igual. Mis carnes. Mías.
6: DANDO EXPLICACIONES.
Concretamente, explicándole a gente que no me importa y a quien, en realidad, tampoco le importo yo los motivos que subyacen detrás de mis decisiones. Utilizaré de manera mecánica e indistinta «porque me lo ha mandado el pediatra» y «porque me sale de lo pelúo«.
7: BAÑANDO AL BEBÉ A DIARIO.
Esto, en realidad, ya fue así con la segunda. Pero tengo que reiterarlo. ¿Habrá cosa más innecesaria que bañar a un bebé TODOS los días? En serio, ¡es un recién nacido! Ni siquiera tiene glándulas sudoríparas plenamente funcionales. No se arrastra por el suelo, no ná de ná. Lo más engorroso que podrá pegarse a su piel será el pintalabios de la abuela, y eso se quita con Saliva de Madre® (ya disponible a domicilio). Que no, que paso. Que igual que su hermana: se bañará conmigo cuando yo tenga tiempo de darme bañitos un poco largos. Y seré madre de tres, así que me daré con un canto si consigo bañarlo antes de que le salgan los dientes.
8: CAMBIANDO PAÑALES POR LA NOCHE.
Esto también fue así con la segunda. Os voy a contar un pequeño secreto: la caca del bebé lactante que toma leche materna es menos ácida que la del bebé que toma leche de fórmula. Esto hace que la piel se irrite menos o, directamente, no se irrite. Si huele a caca pero el bebé duerme feliz, no pienso, BAJO NINGÚN CONCEPTO, despertarlo para cambiarle el pañal, con su consiguiente llanto, despertar a los mayores, desvelarnos los adultos, cagarme en la puta, etc., etc. Nope. Si a él no le molesta, a mí tampoco.
9: SINTIÉNDOME MAL POR TODO LO QUE NO HAGO.
Cosas imprescindibles para el bebé: brazos, teta. Cosas imprescindibles para los mayores: brazos, comida, paciencia. Cosas imprescindibles para mí: hijos, paciencia, chocolate. Lo demás, puede sobrar. Sobra cocinar, limpiar, hacer camas, recoger juguetes. Pero también sobra salir de excursión, ir a todas las fiestas, al cine, al parque, hacer manualidades, leer un millón de cuentos. ¿Que lo hacemos porque nos da tiempo y lo podemos disfrutar sin volvernos locos todos? ¡Estupendo! ¿Que no? ¡No pasa nada! NO-ES-UN-PUTO-DRAMA-JODER. Deja de sentirte culpable por lo que NO haces y piensa en lo que sí, que seguro que tus hijos te prefieren sonriente y feliz con un plato de macarrones con tomate que enrabietada y agobiada en medio del parque, ya no te digo nada si estás enrabietada y agobiada con un plato de macarrones porque no estás en el parque. Eres humana. Acéptalo ya.
10: PLANCHANDO.
No voy a planchar. No he planchado en mi vida. No sé si en este momento en algún rincón de mi casa se esconde una plancha. Una tercera maternidad sería un buen momento para plantearme empezar a planchar. No va a suceder.
Sé lo que estáis pensando de mí en estos momentos. No me juzguéis. Recordad que me crié en un estanque de patos.