A mi hija le digo siempre que en el mundo hay dos tipos de personas:
Hay personas brillantes que están hechas de colores, y que lo llenan todo de luz y magia. Como ella.
Y hay personas grises y oscuras. Leer artículo completo
A mi hija le digo siempre que en el mundo hay dos tipos de personas:
Hay personas brillantes que están hechas de colores, y que lo llenan todo de luz y magia. Como ella.
Y hay personas grises y oscuras. Leer artículo completo
Estamos en Navidad. He leído por ahí que, cada año, se regalan por estas fechas unos 250.000 animales, incluyendo perros, gatos, mascotas más pequeñas y animales exóticos (detesto con toda mi alma la palabra «mascota», no sé por qué). De ellos, dicen las estadísticas que un 30% (es decir, nada menos que 75.000 criaturas) serán abandonados antes de terminar 2020. La mayoría de ellos cuando llegue el verano y la familia quiera irse de vacaciones.
Os había prometido esta historia, y me parece un buen momento para contárosla. Esta preciosidad es Fujur, mi dragona blanca de la suerte.
Todo empezó el día que fui a la dentista y, por un pequeño revés improvisado, tuve que llevar conmigo al bebé. Fue imposible que me atendiera (era para un rato largo) estando allí el bebé, así que nos vimos ambas forzadas a que me diera cita otro día. Y llegó ese otro día:
Era un miércoles de finales de julio. Salí de casa con el tiempo más o menos medido para llegar al centro y aparcar. Yo vivo en una zona rural de las afueras de Gijón. Al poco de salir de casa, en una curva, volanteé ligeramente para no arrollar a un pequeño bulto lanudo que comía algo al pie de la carretera.
Primero pensé que era una oveja, pero justo al pasar a su lado me di cuenta de que era un perro. Un cachorro, claramente. Paré el coche en la entrada de un camino y retrocedí andando por la carretera hasta alcanzar al bultito lanudo que lamía algo con afán. No se inmutó cuando me acerqué. De hecho, hasta que no me tuvo completamente encima no fue consciente de mi presencia. En cuanto lo fue, empezó a mover la cola y se acercó contenta. La cogí en brazos, la metí en el coche y me la llevé a casa. Sobra decir que llegué tarde a la dentista.
Tardamos poco en darnos cuenta de que aquella cachorra era total, completa y absolutamente sorda. Eso explicaba por qué no se había asustado cuando pasé con el coche. Tardamos un poco más (tampoco mucho) en darnos cuenta de que era casi ciega. Solo ve luces y sombras. Detecta el movimiento pero solo a uno o dos metros. Eso explicaba también por qué no se había percatado de mi presencia en la carretera hasta que no me tuvo encima.
Y ahora os voy a contar la parte que tiene un poco más de miga: Leer artículo completo
O sea, socorro. Yo todavía no me he acostumbrado a la idea de que me faltan muchos meses para volver a ir a la playa y living la vida en chanclas y me han tirado encima la Navidad. Yo no la he pedido, ni ella ha llegado: a mí la Navidad me la tiran encima, y me quedo con esta cara mía de conejillo en la autopista frente a un camión, que no sé dónde meterme pa que no me aplaste.
A ver, he de reconocer que yo, desde que tengo churumbeles, pues vuelve a haber cosas que me gustan de la Navidad, eso es cierto. Pero no es menos cierto que casi todo lo que me gusta se da en el interior de las cuatro confortables paredes de mi casa, porque lo que es de puertas pa’fuera, me cago en todo, esto es un sindiós que me lleva los nervios. Leer artículo completo
Pues resulta que este verano lo he hecho polvo y, por primera vez desde 2010 (año en que me convertí en madre) he dedicado un verano enterito a leer lo que me ha dado la gana. Bueno, y lo que me ha dado tiempo, pero quiero decir que me he dado el placer de dedicarme tiempo para mí, para leer. La mitad de ese tiempo, lo admito, con un bebé de más de un año bien agarradito al pecho.
El resultado ha sido que me he comido tres novelas enteritas (una de ella ‘Una columna de fuego’, que lleva sus mil paginazas), y tengo otra empezada que, una vez arrancado septiembre, me está costando un poco más, porque me pasa con los libros lo que con los maratones en Netflix: que no puedo ver «un poquito» y, si solo tengo un ratito, pues acabo por no ponerme.
Total, que de las que sí que he leído os quiero hoy hablar de una en particular: Mastín y la chica del galgo, de Melisa Tuya.
Pues el pasado día 10 se lanzó mi último libro, Come chocolate y no discutas con idiotas, y -no os voy a engañar- quiero hacerle una entrada en el blog porque lo tengo paradito desde julio que me fui de vacaciones, pobrete mío.
Este precioso libro mío, que contiene 52 tips para la paz mental, está editado por Martínez Roca, sello editorial del Grupo Planeta, así que os podéis imaginar el nivel de emoción que ahora mismo manejo, sobre todo teniendo en cuenta cómo ha ido su primera semana en el mercado.
Me han pasado un montón de cosas geniales: Leer artículo completo
Nos llega esta consulta de una madre confundida:
Alooo, consultorio super Pop??
(De ahí lo de la madre confundida, que no sabe ni que esto no es la Súper Pop ni que no estamos en 1995, pero venga, dale igual)
Tengo una aborrescente de 17 años medio loca por los exámenes de la EVAU ( selectividad quedaba mejor) y medio croqueta (por no decir empanada) por la edad. Le he invitado a la pelu y me he gastado 70 pavazos y ahora va y me dice que mañana se tiñe o se lo corta porque no le gusta el color
que ella lo quería moreno y le han puesto rubia. Le pregunto que entonces qué le había dicho a la peluquera que le hiciera y me dice que lo que ella quisiera
No sé si regalarla con un lacito, comérmela o mandarla a la patagonia de un puntapié
Agradecería opinión pública o el comodín de la llamada
Miriam
Nos dice la Princesa Consuela Banana Hamock:
Querida Jess:
He tenido un crush en Tinder con un chico que aparece en su foto de perfil tocando los bongós en la calle vestido de banana. Creo que somos almas gemelas. ¿Cómo le entro para no asustarlo?
Nuestra amiga Inmaculada nos comparte su drama:
Querida, queridísima, amada Jess:Necesito tu ayuda con urgencia.
Este verano me han invitado cinco días a una de esas urbanizaciones súper pijas con piscina donde padres, madres e hijos llevan el mismo bañador de última temporada, porque obviamente no se puede repetir de un año a otro.
Tras la invitación, corriendo y sin perder tiempo me fui a una tienda súper conocida, que dice: » enseña a todo el mundo el estilo que tenéis tu hija y tu comprando nuestros trajes de baño. Tu hija estará feliz de vestir igual que su madre y para ti será la manera perfecta de mostrarle tu amor». Guauuu pensé yo y claro imagínate compré un conjunto diferente para cada día.
Total que llegue a casa entusiasmada después de gastarme los pocos ahorros que me quedaban, pero feliz y le enseñé con ilusión sus bañadores a mí hija y le encantaron. Hasta aquí todo bien
Después para rematar la sorpresa me puse a escondidas uno como el que ella tenía puesto y tachannn… cuando me vio empezó a llorar, se cabreo y se quitó su bañador, mientras me decía chichando: mamá no, no, no, no, ni se te ocurra, no pienso ir como tú, porque la más guapa tengo que ser yo.
Desde entonces ha pasado ya una semana y sigue cabreada con sus tan solo 5 añitos y no piensa ir como yo.
Total que si no la convenzo nos quedamos sin vacaciones porque como comprenderás no podemos permitirnos este gran error estilístico y lo que es peor después de leer el eslogan y ver la actuación de mi hija, me empiezo a plantear que no me quiere.
Jess espero tu ayuda. besos
Nos cuenta, pensativa, nuestra amiga Cenicienta:
Querida Jess:
Hace unos meses mi señor marido publicó un anuncio para buscarme trabajo los fines de semana como camarera (lo escribió él porque yo no he trabajado de camarera en la vida y no sabría ni qué poner). Como el amor es ciego, puso que tengo “buena presencia”, y ahí empecé a recibir las ofertas más variopintas y absurdas del mundo. La última, la de un tipo al que le pone hacer fotos a los pies. Como te lo digo. Y es el segundo que me lo pide.
Total, que yo dije que no, porque además mis pies son bastante feos y no huelen precisamente a rosas, pero mi señor marido dice que por qué no, que es un trabajo fácil y que además seguro que me echo unas risas. ¿Cuál crees que es la posibilidad de que el tipo no sea un psicópata? Firmado,
Cenicienta
Querida Cenicienta:
Tu marido tiene más razón que un santo: es un trabajo fácil y seguro que os echáis unas buenas risas. Además, este buen hombre que te pide fotos solo quiere ver tus pies, no necesita ver nada más de ti, así que haced lo siguiente:
Coges las pezuñas de tu marido, les quitas los pelos, le pintas margaritas en sus preciosas uñas de macho alfa-centauri, hacéis un par de buenas y seductoras fotos y se las mandáis al buen señor que le pide fotos guarras a una chica que busca trabajo de camarera.
Si os paga por adelantado, podéis saltaros el paso de depilar las pezuñas.
Espero haberte ayudado.
Un abrazo,
Jess.
PD: Respondiendo a tu pregunta: ninguna. Ninguna posibilidad.
No olvidéis que podéis enviarme vuestras consultas a mi página de facebook, al email hablamebajitomama@gmail.com o rellenar el formulario de contacto de esta web. Prometo intentar quitarle hierro a vuestra vida ?
Imagen destacada: Ana Hevia