Pues resulta que este verano lo he hecho polvo y, por primera vez desde 2010 (año en que me convertí en madre) he dedicado un verano enterito a leer lo que me ha dado la gana. Bueno, y lo que me ha dado tiempo, pero quiero decir que me he dado el placer de dedicarme tiempo para mí, para leer. La mitad de ese tiempo, lo admito, con un bebé de más de un año bien agarradito al pecho.
El resultado ha sido que me he comido tres novelas enteritas (una de ella ‘Una columna de fuego’, que lleva sus mil paginazas), y tengo otra empezada que, una vez arrancado septiembre, me está costando un poco más, porque me pasa con los libros lo que con los maratones en Netflix: que no puedo ver «un poquito» y, si solo tengo un ratito, pues acabo por no ponerme.
Total, que de las que sí que he leído os quiero hoy hablar de una en particular: Mastín y la chica del galgo, de Melisa Tuya.