Etiquetado como bebés
Relatos

Olía a sangre y caramelo…

LEO (63)

Hola, amor mío. No tenía pensado sentarme hoy a escribir, porque tengo mucho que hacer y, además, no me gusta escribir “por obligación”. Ya sabes: fechas señaladas, eventos especiales… Esas cosas. Pero es que me apetece mucho contarte algo, así que siéntate a leer. Te voy a contar una historia:

Durante días, la casa olió a sangre.

Huele bien, ¿sabes? Es que estamos acostumbrados a que nos digan que, de alguna manera, la sangre es mala porque donde hay sangre han pasado cosas horribles, pero no es cierto. La sangre es lo que somos. Es, de hecho, lo que nos nutre y mantiene vivos. Y sí… Huele bien. Huele a vida.

Durante días, la casa olió a sangre y calor, como a galletas y a caramelo. Olía a parto. A vida recién estrenada. Después no. Después olía a leche dulce y a sudor. Era una ola de calor. Una de tantas. Ahora, escribiendo, me pregunto si cuando tú tengas edad para leer esto habrá muchas más, y se me encoge un poquito el corazón. Y sí… Olía a leche dulce y a sudor. Aún huele así. Leer artículo completo

¡Gracias por compartir!
FacebookTwitterGoogle+
Artículos

10 cosas con las que NO voy a perder el tiempo en esta maternidad

no perdere el tiempo en esta maternidad

Cuando tuve a mi segunda hija, me di cuenta de cuántas cosas inútiles y accesorias me habían hecho perder tiempo, energía y dinero al tener a mi primer bebé. Desde el quinto mes de embarazo, en que me gasté setecientos eurazos en uno de estos carros tres es uno (del que luego, esencialmente, usé solo el huevito). Me consta, por cierto, que no soy la única.

A punto de nacer la segunda, me decía mi madre «Hija, ¿pero todavía no has preparado nada? ¿O ya lo tienes todo?». Y le decía yo, toqueteándome: «A ver: dos tetas, dos brazos… Sí, mamá, lo tengo todo«. Y, básicamente, es así.

Cuando nació mi mayor, salir de casa era un despliegue de medios que rozaba el ridículo de manera constante, para caer de lleno en el más absoluto absurdo cuando me descubría a mí misma guardando el silbato aquel para sorber los mocos, «no vaya a ser que le den mocos, madremía». Cuando nació mi pequeña, agarraba niña y bandolera, un par de pañales al bolso (al bolso, al mío, al normal) y a correr. «Dos tetas, dos brazos, dos pañales… Sí, lo tengo todo«.

Me di cuenta entonces de que, como dicen, la experiencia es un grado, y a veces ese grado te hace simplificar y disfrutar mucho más, porque te vas librando de todo lo que no hace sino complicarte la vida y dificultar que te centres en las cosas divertidas y realmente importantes, que es, al fin, en lo que debería basarse la maternidad/paternidad: en disfrutar de nuestro tiempo con nuestros pequeños, que serán pequeños poco tiempo. También me planteé que, si esta «despreocupación» es progresiva según se van acumulando retoños, cuando yo nací, siendo la pequeña de cinco hermanos, probablemente me soltaron en el estanque de los patos y fueron a recogerme un día a los tres o cuatro años, a tiempo para el primer día de cole.

Total, que dándole vueltas a esta idea estoy pensando que, aunque yo de por mí ya soy muy simple, seguro que puedo simplificar aún más. Y he estado pensando en cosas que NO ME HARÁN PERDER TIEMPO absurdamente en esta, mi tercera maternidad. Y me las apunto, no vaya a ser que a mi cerebro de placenta le de por olvidarlas al parir. Así que NO VOY A PERDER EL TIEMPO… Leer artículo completo

¡Gracias por compartir!
FacebookTwitterGoogle+
Artículos

A vosotras, matronas:

A vosotras matronas

A ti, matrona desconocida. Que entras, miras tubos y vuelves a salir, y no pronuncias palabra. Que no sabes cómo se llama. Que no preguntas cómo está. O peor: que lo preguntas, pero no te paras a escuchar la respuesta.

A ti, matrona que ignoras. Que te piden y pasas de largo. Que te excusas. Que quieres cumplir los tiempos.

A ti, matrona que sólo miras los números y refunfuñas entre dientes. Que te vas y no dices qué pasa. Que dejas un halo de preocupación y miedo en la habitación cuando te vas.

A ti, matrona que culpas a la madre. Que gritas que lo está haciendo mal, que le dices que no sabe empujar. Que dices que “esto no es así”, que “esto así no sale bien”.

A ti, matrona que tienes prisa. Que quieres acabar ya.

A ti, matrona que sientes que sólo es un parto más.

A ti, matrona que, en algún lugar, fuera de ese hospital, dejaste olvidada la ilusión. Que has convertido el momento más feliz de cada una de esas familias en tu aburrida rutina de cada día.

A ti, matrona que has dejado de sentir, quizá por no padecer.

A ti, matrona que has olvidado la vocación en pos de la profesión. Que has gastado la pasión.

A ti, matrona… Que no te sorprenda que esta carta no sea para ti: Leer artículo completo

¡Gracias por compartir!
FacebookTwitterGoogle+
Artículos

Esos niños que NO NECESITAN teta

esos_niños_que _no_necesitan_teta_1100x550

El otro día leí a una chica en una publicación de Facebook –bueno, en realidad en el hilo de comentarios de una publicación sobre lactancia materna en niños “mayores”- decir que de acuerdo que la leche materna es muy buena, pero que «un niño de cinco años no necesita pecho para comer.»

Oye, cuánta razón. Me gustó tanto el comentario que llevo desde entonces queriendo responder, e incluso ampliarlo un poco. A ver qué tal me sale:
Leer artículo completo

¡Gracias por compartir!
FacebookTwitterGoogle+
Artículos

Querido Diario:

querido-diario

 

 

Querido diario:

Hoy he intentado ir a cagar otra vez. El bebé dormía y el niño veía dibujos hipnotizado, así que cuando me vino el apretón pensé «Por fin! Esta es la mía.» y me fui corriendo al baño.
Leer artículo completo

¡Gracias por compartir!
FacebookTwitterGoogle+