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Así ha sido el lanzamiento de mi último libro :)

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Pues el pasado día 10 se lanzó mi último libro, Come chocolate y no discutas con idiotas, y -no os voy a engañar- quiero hacerle una entrada en el blog porque lo tengo paradito desde julio que me fui de vacaciones, pobrete mío.

Este precioso libro mío, que contiene 52 tips para la paz mental, está editado por Martínez Roca, sello editorial del Grupo Planeta, así que os podéis imaginar el nivel de emoción que ahora mismo manejo, sobre todo teniendo en cuenta cómo ha ido su primera semana en el mercado.

Me han pasado un montón de cosas geniales: Leer artículo completo

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Relatos

Mis tres viajes: el autobús, el mar y la montaña

LEO (29)

En mi vida, ha habido tres viajes importantes. De esos que te marcan para siempre y que establecen uno de esos puntos que separan un antes de un después.

El primero fue un viaje en autobús.

Tenía claro cuál era el destino, y tenía claro también que yo no podía conducir aquel autobús, obviamente, pero la inexperiencia me jugó una mala pasada. Me subí al autobús creyendo que podría decidir sobre la ruta, por ejemplo. No pensaba hacer ninguna locura, eso es obvio. Pero, ignorante de mí, creí que podría decidir si prefería ir por autopista, para llegar antes, o por carretera nacional, viendo el paisaje. Que podría elegir algunas cosas, como cuándo parar a descansar, dónde, por cuánto tiempo… Lo sé: hay que ser idiota.

Al poco tiempo de subirme al autobús, me di cuenta de que yo no tenía ningún control sobre lo que sucedería en las horas siguientes. No solo no pude decidir, sino que intentarlo suscitaba la risa del conductor y del resto del pasaje. No entendía cómo a todo el mundo le parecía normal que un viaje tan importante tuviera que supeditarse a los horarios y voluntad de quien llevaba el autobús, en lugar de escuchar a los viajeros. Me sentaron en un asiento sin ventanilla, y ni siquiera tuve ocasión de disfrutar de las tierras que dejábamos atrás, antes de llegar a aquel destino del que no habría vuelta. Nunca sabré si al otro lado de cristal había arena o amapolas.

Y llegué, es cierto, a la estación de destino. Justo al lugar al que sabía que iría antes de arrancar. Todo había ido según lo previsto, tal como el conductor había programado. Pero yo me había perdido el paisaje. No pude evitar sentir –y de hecho aún lo siento- que me quitaron una parte importante de ese viaje. Cuando llegué a la estación, no sabía dónde estaba exactamente, ni qué tenía que hacer. Me sentía perdida. Desorientada. Triste.

El segundo lo hice nadando.

Mi objetivo era claramente llegar a la orilla y yo, que sabía que llevo en las venas mil generaciones de nadadoras, decidí que este viaje sería a nado. Bueno, más bien  yo pensaba que iba a nadar, pero, al final, el agua me llevó.

Me sumergí en el agua, entre risas y llena de determinación, dejando atrás lo que conocía. Cuando quise darme cuenta, flotaba en ese mar que me abrazaba con la infinidad del universo. Ese mar en el que el tiempo no existía y el espacio cobraba una nueva dimensión. En el que yo misma me convertía en un ente desdibujado, fuera del alcance de lo terrenal.

Entonces, el mar se desató. Y yo aprendí la sutil y vital diferencia entre ser arrastrada y dejarse llevar. Un inmenso maremoto de olas que se sucedían fuera de mi control me sacudían. Por un instante el miedo tensó todos mis músculos, haciéndome más difícil seguir a flote. Pero entonces confié. En mí, en el mar, en la orilla. Respiré hondo y mi cuerpo, como si se viera invadido por una sabiduría ancestral, se cargó de oxígeno, se expandió extasiado sobre las prístinas aguas, y las mismas olas que unos momentos antes parecían querer hundirlo lo elevaban ahora hacia el cielo, hacia las estrellas, hacia el universo. Y, cuando alcancé la orilla, me sentí capaz de todo. Sabia. Conectada. Infinita.

El tercero escalé una montaña.

Llegué a aquel paisaje preguntándome si habría otra orilla a la que llegar, pero aquella vez mi destino era la cima de una montaña, nevada y empedrada. Aunque eso solo lo entendí cuando ya había empezado a escalar.

Fue un viaje largo. No tan largo como el viaje en autobús, pero tampoco estaba siendo como dejarse llevar por el agua, eso estaba claro. El cuerpo me pesaba más a cada paso del ascenso. Mis piernas se hundían cada vez más en la nieve virgen. Y juraría que, en algún momento, empecé a cargar con las rocas del camino. Tenía plena consciencia de cada movimiento, de cada paso que avanzaba, de cada centímetro que le ganaba a aquel terreno difícil. Me faltaba el aire. Tenía calor. El cansancio me vencía. El juicio se me nublaba.

En un punto del camino me sentí derrotada, miré hacia arriba y creí que jamás alcanzaría la cima. Pero entonces me di cuenta: ese, y no otro, era el punto de no retorno, e inicié de nuevo la marcha, dispuesta a dejar todo mi ser en aquel viaje.  Le grité a la montaña mientras ascendía. Usé toda la fuerza de cada músculo de mi cuerpo. Apreté los puños. Abrí la boca. Gemí de puro esfuerzo. Con cada bocanada de aire que escupía rugiendo, recuperaba fuerza para el siguiente paso. Pisé fuerte. Pisé firme. El ascenso fue duro, sangriento, escatológico y rematadamente precioso. Y cuando al fin, con un último, desgarrador y glorioso grito, alcancé la cima, me sentí otra vez capaz de todo. Fuerte. Poderosa. Terrenal.

***

En la cima de la montaña, me esperaba mi hijo Leonardo. En mis carnes lo abracé desnudo y ensangrentado, mi guerrero con alma de poeta, y lo envolví en una manta, blanca como la nieve y cálida como un suspiro, en la que solía dormir una gata color ajedrez. La nieve en la montaña dio paso a la primavera, y en aquella cima aspiré profundo el aire de la vida, que olía a sangre y caramelo.

A la orilla, junto a mí, llegó mi hija Ainé. Y nos abrazamos, desnudas y mojadas, y nos conocimos así mi reina de las hadas y yo: cremosas y plenas de libertad. Porque ella no puede evitar ser así: tan impetuosa como benévola. Tan explosiva como sanadora. Tan térrea como mágica. Tan de fuego, y tan del mar.

En la estación de autobuses,  en una cuna de plástico higienizada, guardaron a mi hijo Hugo. Pero cuando llegué a la estación –cosas del papeleo- no me lo pudieron dar, y mi bebé tuvo que esperarme, en esa burbuja de plástico, durante algunas horas más. Me lo entregaron tapado con una sábana almidonada que olía a detergente y estación.  Cuando salí al exterior con mi bebé recién estrenado me encontré un cartel que decía “Bienvenida a La Maternidad”. Y yo seguía sin saber qué coño tenía que hacer.

Cada viaje es único. Cada viajera es diferente a todas las demás. No podría haber cruzado el mar en autobús, del mismo modo que no podría haber ascendido a la cima nadando. Quiero pensar que cada viaje tiene un sentido, un propósito, un aprendizaje. En la montaña aprendí que soy fuerte. En el mar aprendí que soy libre. Y de aquel autobús aprendí algo muy importante: aprendí cómo no quiero ser. Ni sumisa, ni educada, ni correcta. Aunque nunca podré dejar de preguntarme… De mi primer viaje, ¿qué habría aprendido, si hubiera podido ver el paisaje?

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Fotos: Ana Hevia. Pie de foto@anahevia_

Las imágenes están protegidas y no pueden ser utilizadas sin mi consentimiento expreso.

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Eventos, Relatos

El cuento de ‘La madre Perfecta’, el cuento de ‘La madre Desastre’

perfecta y desastre

Como os había contado, he estado presente como ponente, junto a mi querida Melisa (Madre Reciente), en la IX edición de Gestionando Hijos. Ha sido una experiencia maravillosa, más allá de todas mis expectativas, no solo porque he hablado sobre las tablas del Teatro Lope de Vega ante mil cuatrocientas personas. Ha sido una mañana emocionante y divertida, donde las lágrimas y las risas se han ido intercalando en cuestión, a veces, de solo unos segundos.

Un estupendo equipo de organización y de ponentes, de los que me llevo mucho, mucho aprendizaje. Porque ya sabéis que siempre, siempre, podemos aprender algo nuevo. De verdad, que magnífica mañana ❤

El motivo de escribir este post es que muchísimas personas me han preguntado tras el evento si los cuentos que leí son míos y/o si existen. Tanto me lo han preguntado que me empiezo a plantear convertirlos en un libro real ? Pero de momento voy a dejarlos aquí, en mi blog que es vuestra casa 🙂

Para quienes no estuvisteis presentes ni lo visteis en directo a través de facebook live, os pongo en antecedentes:

Melisa y yo queríamos transmitir un mensaje claro: no somos perfectas, ni falta que hace. La maternidad (como la vida) consiste en disfrutar del paisaje mientras andamos, en ser felices y en que, si no llegamos a todo, no pasa nada. Y para transmitir esta idea hicimos una ponencia en tres actos: el cuento de la madre perfecta, la historia de la madre regular, y el cuento de la madre desastre. Los cuentos los escribí a propósito para el evento y preparé un falso libro de atrezzo (que, os cuento en secreto, en realidad era el de A qué sabe la luna tuneado?).

Así que, sin más dilación, aquí os dejo los cuentos originales, tal como los escribí para el evento, aunque luego hube de recortarlos para no extenderme en el tiempo. Solo os digo una cosa: uno de los cuentos es fantasía. El otro, está basado en hechos reales. Adivinad cuál es cuál. Leer artículo completo

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Eventos

#megustaeducar ¡Nos vemos en Gestionando Hijos!

MELISA TUYA JESSICA GOMEZ

Yo no sé qué pasa, que todos los años, cerca de mi cumple, pasa algo interesante.

Hace cuatro años me propusieron mi primer cuento, hace tres la FECYT valoró un proyecto educativo en el que yo participaba como uno de los tres mejores de aquel año, hace dos años me fui a los premios Bitácoras como finalista y a participar en una mesa redonda en ManchaArte, el año pasado me propusieron la campaña publicitaria para Natura y este año… ¡Este año me voy a Gestionando Hijos, Mari!

yuhu

Mi amiga Melisa (Madre Reciente) y la menda lerenda vamos a hacer una breve ponencia juntas, titulada La educación no es un cuento, en la que, a través de dos cuentos y algunas interesantes reflexiones, reivindicaremos nuestro derecho a no peinarnos. El evento será el próximo sábado 24 de noviembre, de 9 a 14 horas. Nosotras salimos a las 12:15 y se podrá seguir en directo a través de facebook live.

Hay un cartel que se me saltan los ojos. Bueno, las lágrimas, ya me entendéis.

Está, por ejemplo, Marina Marroquí, que ha sido mi momento grupi número uno, porque me dejó fascinada desde el minuto cero en su aparición en Salvados. Estará Boticaria García y también Pedro García Aguado, a quien seguro que recordáis de Hermano Mayor. Y mi momento grupi número dos lo he tenido al ver que también estará Javi Nieves, que me hace mucha ilusión porque lo escucho todas las mañanas. Voy a ver si consigo hacerme un selfie con mis momentos grupi sin parecer una fan histérica.

fan
¡Marinaaaa! ¡Javiii! ¡Tengo vacaaaaas!

La verdad es que todos los ponentes son unas joyas en lo suyo, y yo no tengo claro qué pinto ahí, pero como voy con Melisa pues silbaré disimuladamente y así se me nota menos que seré como una castaña en un yogur.

En la página de Gestionando Hijos tenéis el listado de ponentes y el programa (click aquí), y podéis comprar las entradas en este enlace.

Le he dicho a mi madre que no puedo ir toda arreglada porque pierdo credibilidad, y me ha sacado la carta de que la mato a disgustos. Al final le he dicho que voy a ir un poco mona, así que ya sabéis: si alguien va, nada de fotos, que luego to se sabe.

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Eventos

El día que presenté mi librín

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De verdad que no puedo ser más desastre, qué horror.

Hace más de TRES MESAZOS que presenté mi libro de relatos, La mujer de al lado, en la Librería La Buena Letra de Gijón, y ni dos míseras líneas le he dedicado al evento. Pero, como reza el famoso reloj británico: Es más tarde de lo que piensas, pero nunca es demasiado tarde. Además, si hago las cosas bien pierdo credibilidad.

El ratito fue maravilloso. Fui preguntándome si iría alguien y me encontré la librería llena. Qué estupenda sensación. Además, entre la gente estaba Javier, mi antiguo profesor de literatura. Elegí dos de mis relatos favoritos para leerlos en voz alta, Libre para ser princesa Querida señora de la hamaca de rayas, que quise dedicar a mi madre, aunque invité a todos los presentes a pensar en una mujer importante en sus vidas.

Justo cuando leía este último relato, mi bebé, que acababa de nacer, pidió teta y me cortó justo cuando iba a arrancarme yo a llorar, así que me dio tiempo a coger aire y al final no lloré como una magdalena puérpera. Todo estupendamente planeado y sincronizado.

También advertí: los relatos están escritos a razón de uno por semana. Recomiendo fervientemente leerlos al mismo ritmo, porque si los lees del tirón te comes el libro en dos horas y luego vas a pensar que son los quince euros peor gastados de tu vida. Yo lo digo.

Estas son algunas de las cosas que los presentes dijeron aquel día:

«Escucharte es un regalo.» – Una señora.

«Tienes un talentazo.» – La misma señora.

«No quedan sillas.» – El librero.

«Veo que vienes peinada y maquillada. ¿No tenías otros zapatos?» – Mi madre.

«Yo he venido porque creí que habría croquetas.» – Yo.

Vamos, yo no sé a qué esperáis para haceros con un ejemplar 

En papel ➡️ http://jessicagomezautora.com/producto/la-mujer-de-al-lado/
En Kindle ➡️ https://www.amazon.es/mujer-lado-Jessica-Gómez-Álvarez-ebook/dp/B07FYVXM1X/

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Relatos

Querida yo de hace cinco años (cinco exactamente)

querida yo de hace cinco años

¡Hola, maja! ¿Cómo te encuentras? Llevas ya día y medio de explosión oxitocínica, ¿verdad? ¿A que huele bien? Aún recuerdo su olor y su cremosidad. Mmm…

Ahora que lo pienso, te cojo en plena sesión de fotos, ¿no? Ya verás qué bonitas quedan. Aunque eso ya lo sabes. ¡Ah! Y tranquila por tener el tendal atravesado en la cocina, o lo alto del sofá convertido en un armario: va a quedar precioso en las fotos. Tan auténtico…

Ya ves que este año llego un poco tarde con la carta. Es que… ¿Sabes qué pasa? Que tienes a uno de tus hijos malito. Y, mira, sabes que no me gusta estropearte las sorpresas, pero tampoco puedo estar eternamente callándomelo todo, así que te voy a dar una pista: no están malitos ni Hugo ni Aine. ¡Sorpresa!

Dentro de unos meses, un día, Hugo y Aine estarán jugando en el salón, y César y tú los estaréis mirando desde el sofá, y de pronto dirás, en voz alta y sin pensar: «¿No tienes la sensación de que es como si estuviéramos incompletos, de que aquí falta alguien? Nos falta Leo…». Pues chica, bingo. Te contaré una cosa graciosa: te vas a quedar embarazada tres días después de escribirte la carta número cuatro. Y cuando te enteres no te lo vas a creer, porque por primera vez no vas a tener ni un solo síntoma de embarazo. Pero será normal, porque en esos momentos tendrás la cabeza y el alma puestas en otro sitio. Aunque eso… Creo que eso no te lo voy a contar. No ahora. Ahora disfruta de esa niña que tienes en los brazos, y que aún huele tanto a ti. Leer artículo completo

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Relatos

Hola, Papá

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A que no adivinas lo que tengo en brazos. Tengo un bebé, papá. Has tenido otro nieto. Otra medalla al pecho. Tu octava medalla.

No, papá, no: no hemos ido a buscarlo. Ya, papá, ya: ya sé que está la cosa fatal. Sí, papá, sí: apetece comerlo.

Tiene la tez morena, los ojos redondos y oscuros… Y es un alma de verano, igual que tú. Se parece un poco a ti, ¿sabes? A veces, cuando se pone serio. Y cuando se ríe y se le ponen los ojos pequeños y se le llena la cara de arruguitas. A veces me pregunto si tendrá tu genio. A veces me pregunto si tú, de bebé, serías como él.

Llevo tiempo pensando en escribirte esta carta. Hace un año, ¿sabes? Hace un año que me lo dijeron y, no te lo vas a creer, no me acuerdo quién ni cómo. No recuerdo si fue primero Lizher o fue Juanjo, si fue por whatsapp o me llamaron. Pero sí que recuerdo cuánto me enfadé contigo. Leer artículo completo

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Artículos

10 cosas con las que NO voy a perder el tiempo en esta maternidad

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Cuando tuve a mi segunda hija, me di cuenta de cuántas cosas inútiles y accesorias me habían hecho perder tiempo, energía y dinero al tener a mi primer bebé. Desde el quinto mes de embarazo, en que me gasté setecientos eurazos en uno de estos carros tres es uno (del que luego, esencialmente, usé solo el huevito). Me consta, por cierto, que no soy la única.

A punto de nacer la segunda, me decía mi madre «Hija, ¿pero todavía no has preparado nada? ¿O ya lo tienes todo?». Y le decía yo, toqueteándome: «A ver: dos tetas, dos brazos… Sí, mamá, lo tengo todo«. Y, básicamente, es así.

Cuando nació mi mayor, salir de casa era un despliegue de medios que rozaba el ridículo de manera constante, para caer de lleno en el más absoluto absurdo cuando me descubría a mí misma guardando el silbato aquel para sorber los mocos, «no vaya a ser que le den mocos, madremía». Cuando nació mi pequeña, agarraba niña y bandolera, un par de pañales al bolso (al bolso, al mío, al normal) y a correr. «Dos tetas, dos brazos, dos pañales… Sí, lo tengo todo«.

Me di cuenta entonces de que, como dicen, la experiencia es un grado, y a veces ese grado te hace simplificar y disfrutar mucho más, porque te vas librando de todo lo que no hace sino complicarte la vida y dificultar que te centres en las cosas divertidas y realmente importantes, que es, al fin, en lo que debería basarse la maternidad/paternidad: en disfrutar de nuestro tiempo con nuestros pequeños, que serán pequeños poco tiempo. También me planteé que, si esta «despreocupación» es progresiva según se van acumulando retoños, cuando yo nací, siendo la pequeña de cinco hermanos, probablemente me soltaron en el estanque de los patos y fueron a recogerme un día a los tres o cuatro años, a tiempo para el primer día de cole.

Total, que dándole vueltas a esta idea estoy pensando que, aunque yo de por mí ya soy muy simple, seguro que puedo simplificar aún más. Y he estado pensando en cosas que NO ME HARÁN PERDER TIEMPO absurdamente en esta, mi tercera maternidad. Y me las apunto, no vaya a ser que a mi cerebro de placenta le de por olvidarlas al parir. Así que NO VOY A PERDER EL TIEMPO… Leer artículo completo

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Artículos, Relatos

Que no nos callen ¡NUNCA!

que no nos callen nunca

No me puedo creer que hayan pasado ya cuatro años desde que me sucedió esta historia. Si al final de mi vida tuviera que hacer un recopilatorio de mis grandes momentos, un Greatest Hits vital, sin duda este estaría presente. Porque son esas cosas que hacemos, a veces, que nos dejan ese sabor de boca de… «Estoy cambiando el mundo«. Aún conservo la carta que me envió el Hospital.

De lo que me pasó entonces os hablé un poco, hace tiempo, en mi post ¿A cuántas mujeres violadas conoces? Hoy, os cuento la historia completa 🙂

Recupero post de mayo de 2014:

Escribo esto entre la emoción de quien siente que ha dado un gran paso y la incertidumbre de no saber por dónde empezar, así que voy a empezar por el principio y de manera clara:

El pasado mes de septiembre sufrí un abuso. Se vulneraron mis derechos como ser humano, mujer, embarazada y paciente.


Estaba en mi embarazo, mi segundo embarazo, y estaba decidida a llevarlo de un modo mucho más consciente y participativo que el primero. De forma que, de manera autónoma, localicé a través de fuentes fiables, como laOMS, la FAME y EPEN, información acerca de todas las prácticas que suelen hacerse en los hospitales, como son las exploraciones, el test de O’Sullivan (la prueba del azúcar) o el estreptococo, por ejemplo, y que se practican muchas veces bajo un imperativo cordial y rutinario y no ofreciéndolas como una opción, haciendo que en ocasiones olvidemos que TODO cuanto concierne a estos protocolos es SIEMPRE OPCIONAL


Una de las cosas que tuve claras desde el minuto cero, era que no querría exploraciones físicas, tactos, durante todo el embarazo y, si no eran estrictamente necesarias, tampoco las querría durante el parto. Lo comuniqué ya en la primera cita de control, en la que, tras completar mi historia, la tocóloga me dio una instrucción rutinaria: 

Pasa para dentro y desnúdate de cintura para abajo, que vamos a hacerte la exploración.” 
Ante mi negativa se mostró sorprendida, quizás un poco “guasona” al preguntarme “por quién están desaconsejadas las exploraciones durante el embarazo” (como si me lo hubiera recomendado alguna mística curandera que, aunque no, daría igual si así hubiera sido), pero desde luego respetó mi decisión.

En mi ciudad existen dos hospitales: uno de ellos es el hospital de Jove, donde no tienen ginecología de urgencias y es por ello que a las embarazadas que nos toca por zona ese hospital nos hacen el seguimiento hasta la semana 36 y después trasladan nuestro expediente al otro hospital, el de Cabueñes. La visita de la semana 36, el 17 de septiembre de 2013, sería mi última visita a esa consulta de tocología. 



Yo ya sabía que a esa visita correspondía la prueba del estreptococo y, al igual que en todas las demás pruebas, me informé sobre ello y decidí que sí quería conocer el resultado para, en caso de ser positiva, decidir también sobre la administración de antibiótico durante el parto. En la consulta, la tocóloga me indicó que, “en teoría”, me tocaba la prueba del estreptococo. Imagino que su particular indicación fue así porque recordaba de las consultas anteriores que yo no quería que se me practicaran exploraciones aunque, evidentemente, coger una muestra de la boca de la vagina y el ano es muy distinto a hacer una exploración. De todas formas,yo sí quería hacerme esa prueba y, mientras mi hijo mayor, de 3 años de edad, jugaba con un lápiz sentado en una silla de la consulta, yo me desvestí y me coloqué en posición de litotomía en el potro. La enfermera estaba a mi izquierda. La tocóloga vino con los dos bastones de muestras, las recogió, las guardó y, acto seguido, introdujo sus dedos en mi vagina. Me incorporé cuanto pude de un salto en el potro, al grito –y digo grito– de “¡Eh, eh! ¡Exploración no! ¡Exploración no!”, cuya respuesta por parte de la doctora fue penetrar más hondo con los dedos, reírse y contestarme: 

“Pero no te preocupes, mujer, si esto es un momento. Ya verás que rápido”. Retiró los dedos y dijo “¿Lo ves? Ya estás explorada. ¿A que no ha sido para tanto? No tienes el cuello del útero modificado.”. Dato, por cierto, que no necesitaba saber en absoluto. Sonriéndome, se dio el lujo de añadir: “Y tranquila, mujer, que no te “revolví” nada”. Aquí me permito anotar que “revolver” es el nombre que en Asturias se le da de manera ‘coloquial’ a la maniobra de Hamilton.

Mi reacción fue mirar a mi hijo, que esperaba sentado con su lápiz, mirar a la enfermera, en cuya expresión facial me pareció apreciar que se daba cuenta de la gravedad de la situación, y guardar silencio hasta llegar al coche, donde rompí a llorar.

Me sentí violada, física y moralmente. Me sentí, francamente, el mayor pedazo de mierda que pisaba la tierra.

Imagino que no hace falta que os cuente: fuera de este círculo de maternidad consciente, los comentarios al contarlo variaban de «estás exagerando» y «solo estaba haciendo su trabajo» a «cómo va a ser un abuso, si es una mujer». Aunque, todo he de decirlo, la mayor parte de las reacciones fueron de apoyo.

Llena de rabia, me armé de documentación que avalara, ley en mano, mi sentir, como la Ley de Autonomía del Paciente, la Ley General de Sanidad, el Código Penal, la Estrategia Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, la Iniciativa al Parto Normal y alguna cosa que seguro que me dejo. Pero, por algún motivo, no era capaz de ponerme frente al ordenador a escribir la reclamación. Así que quise concederme un final de embarazo tranquilo y así poder tener mi parto soñado, en casita, lejos de batas blancas y dedos intrusos.

Fueron pasando los meses y siempre pensaba: «lo haré la semana que viene». Pero nunca me sentaba a escribir la reclamación. En abril tuve mucho, muchísimo trabajo, y quizá porque tenía la mente tan distraída con todo, porque entré en un frenesí de «lo voy a quitar todo de en medio cuanto antes», de repente y sin haberlo planeado me senté a escribir la reclamación. Y entonces entendí por qué no la había escrito antes: porque me dolía recordar. Lloré y temblé mientras la escribía. Pero la escribí.

Por recomendación de un amigo enfermero, la dirigí tanto al Hospital como a la Comisión Deontológica del Colegio de Médicos de Asturias. Entregué las cartas personalmente en ambas sedes, llevándome conmigo sendascopias selladas. Esto fue hace justo un mes: escribí la reclamación un sábado 19, y las entregué el lunes 21 por la mañana.

Ayer, recibí la primera contestación: la del Hospital de Jove. Pensaba que sacarían las uñas, que lo negarían todo, que me llamarían loca… Y no. Me comunican lo siguiente:

(…) Entendemos que no existe una disculpa clara (de la tocóloga) por no haber respetado su deseo de que no se le realizaran exploraciones físicas durante su embarazo, deseo del que hay constancia escrita en su historia clínica, y que representa una circunstancia muy grave, lo que nos obliga a abrir expediente disciplinariocontra la Dra. XXXX.

(…) En este caso con respecto a usted, el daño está hecho y por ello queremos transmitirle nuestras más sinceras disculpas y compartir la razón que le atribuyen todos sus argumentos. No podemos hacer otra cosa. Lamentamos profundamente lo sucedido.

No puedo hacer menos que agradecer al Hospital su actuación y respuesta. Porque el cambio que buscamos está en todos, y es imposible logralo sin pelearlo juntos: profesionales y usuarios.

Victoria, chicas. Victoria.

Son nuestros derechos, es nuestro cuerpo. No podemos consentir que el abuso esté normalizado. No podemos consentir que nos digan que en nuestro cuerpo decide otro.

Merece la pena. Reclamad. No os calléis, por favor. Que no nos callen ¡NUNCA!

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Publicado originalmente en el blog deblame Bajito: 22 de mayo de 2014

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