Creo -estoy bastante convencida de hecho- que me voy a meter en un jardín.
El Gobierno acaba de presentar sus presupuestos, en los que incluye -entre otras muchas cosas interesantes- la equiparación del permiso por paternidad al de maternidad, pasando a ser de dieciséis semanas (bueno, de ocho ahora, de dieciséis para 2021), con carácter obligatorio e intransferible.
Llevo ya semanas leyendo innumerables artículos y viendo algunas acciones, especialmente de personas/grupos feministas, oponiéndose a esto, aludiendo a que es más necesario ampliar la baja maternal, esgrimiendo argumentos como que el cuerpo que está biológicamente preparado para atender al bebé es el de la madre y que el bebé tiene derecho a ese cuidado. Estoy total y absolutamente de acuerdo con todo. PERO…
Lo reconozco: a mí también me escamó que sacaran este permiso. Fue como «¡Joder, tío! ¡Que llevamos mil años pidiendo que se amplíe el permiso de maternidad y vais vosotros y ampliáis el de paternidad, me cago en todo!». Entiendo la visceralidad, pero es que no tengo nada claro que la NO mejora del permiso de paternidad fuera a significar la mejora de la situación de la maternidad.
Es cierto: el permiso de maternidad es una risa, es mucho más que insuficiente. Es cierto que nuestros bebés tienen derecho a ser cuidados por sus madres durante mucho, muchísimo más de dieciséis semanas, y que ampliar el permiso de maternidad debería ser una prioridad. PERO no creo que echar abajo el nuevo permiso de paternidad sea la manera de conseguirlo. Creo que es un avance, y un avance positivo. ¿Que no es el avance que esperábamos? Es verdad. Pero es algo.
Llamadme incoherente si queréis que lo entenderé, pero hay algo que me rechina en oponerse a este nuevo permiso. Y me explico:
Creo que mientras el permiso sea transferible, se seguirá esperando del hombre que haga precisamente eso: transferirlo. Porque, aunque en una sociedad ideal se entendería que lo que prioriza es el bienestar del bebé y que el bebé necesita a su madre, vamos a ser serios: no estamos en una sociedad ideal. Ni de coña. Así que el permiso transferible, estoy segura, seguiría dando un lugar en que apoyarse a esa misma ideología que tiene la crianza por un interés menor. Y que se ocupe ella. Porque cuidar niños, ya sabéis, «es cosa de mujeres», y mientras el hombre siga teniendo la opción de delegar esos cuidados en la madre, la empresa seguirá esperando de él que delegue, y el que no lo haga, en la mayoría de los casos (lo sabemos, lo sabéis) será mal mirado. Puede que incluso, en algún caso, se vea en peligro su puesto de trabajo por querer disfrutar de ese permiso. Que esto no debería ser así, estamos de acuerdo, pero hoy por hoy aún es así, porque nos queda mucho por avanzar.
Creo que sucede lo mismo si el permiso no es obligatorio: se seguirá esperando que el hombre renuncie al cuidado y se reincorpore al trabajo cuanto antes. Y creo que los padres tienen derecho a disfrutar también de sus hijos, de sus bebés, tanto como lo tienen los hijos a tener a sus padres, y que está bien que existan leyes que protejan este derecho. El de ambos. Y a mí, la verdad, me gusta que el padre de mis hijos tenga ese derecho. Mientras la ley diga que ese permiso es obligatorio, la empresa no podrá exigir a los padres que vuelvan al trabajo pronto, ni tomar represalias si no lo hacen.
Creo también que, siendo obligatorio e intransferible, en la contratación de personal habrá cambios en los criterios de selección. Puede que a las mujeres no se nos deje de preguntar si queremos tener hijos, pero también se les preguntará a ellos. Y eso estará mal, también habrá que pelearlo, porque la valía de una persona para un trabajo jamás debería estar supeditada a sus planes familiares. Pero eso será otra pelea a la que entraremos todos en igualdad de condiciones. Bueno, puede que nosotras aún sigamos un poco por detrás, porque ya sabéis: la regla y el embarazo son uno de esos engorros de mujeres… Pero no van a dejar de serlo por darles a ellos el permiso de paternidad, y al menos habremos quitado el «hándicap» que hoy por hoy más nos afecta.
Creo, y lo creo profundamente (y me parece además un punto importantísimo), que la madre también tiene derecho a ser cuidada. Que las primeras semanas son muy, muy difíciles, y que la madre tiene derecho a dedicarse en cuerpo y alma, por entero, a su bebé, y que haya otra persona que se ocupe de todo lo demás. Yo he tenido la suerte de poder disfrutar de semanas cuidando a mis bebés, sin tener que cocinar, sacar la basura, pasear al perro, poner una lavadora. Por no tener, no tener ni que calentarme el café por las mañanas. Y eso se nota. Que no ayuda nada a esta idea que luego circule un titular de uno que aprovechó su permiso de paternidad (y parte del de maternidad) para prepararse un cuadriatlón, ya, ya lo sé, pero creo que tampoco es cuestión de convertir la anécdota en norma. Y, además, que si esa madre decide cederle parte de su baja a su pareja, pues cosa suya es, tampoco es plan -me parece- venir el resto del mundo a decirle que lo está haciendo mal, que a todas nos duele que nos digan que, como madres, lo estamos haciendo mal… Hacer los permisos intransferibles, entre otras cosas, garantiza que cada uno disfrute del suyo y que el bebé, en principio, disfrute del beneficio que supone tenerlos a ambos.
¿Queréis saber qué creo yo que sería lo ideal? Lo ideal, lo genial dentro de lo plausible en una economía sana (que en algún momento sanearemos cuentas, digo yo) sería, por ejemplo, que madre y padre tuvieran un permiso de cuatro meses, obligatorio e intransferible y mínimo, mínimo, minimísimo otros ocho meses de libre disposición (y de ahí para arriba). Es decir: que ese tiempo de libre disposición lo pueda coger todo uno, todo otro, o una parte cada uno, pudiendo ser al mismo tiempo o de manera sucesiva. ¿No estaría mal, verdad? Estar cuatro meses los dos, y que luego el bebé pueda llegar a cumplir un año siendo cuidado por al menos uno de sus progenitores, pudiendo cada familia decidir estos tiempos en función de su realidad. Podría ser un buen comienzo, y no parece un disparate imposible, ¿a que no? Pues bueno, pues por algo se empieza. Y mira, no se ha empezado por donde hubiéramos querido, es verdad, pero se ha empezado, que ya es algo.
Creo que, para que se nos den los permisos de maternidad y paternidad ideales, primero la sociedad, en su conjunto, debería tener ya calada la importancia de los cuidados de nuestros niños en sus primeros años de vida. Y ojalá, ojalá estuviéramos ya ahí, pero es que no lo estamos. Así que, teniendo en cuenta el punto en el que estamos ahora mismo, considero que el nuevo permiso de paternidad está bien. Es una mejora, y eso es bueno. Aceptar esto no significa que hayamos perdido nuestra batalla. Es más: significa que los cuidados de nuestros hijos están en la agenda política, y eso también es bueno. Tenemos más posibilidades de ser escuchadas y de que se nos haga caso. Es el momento de apretar, y creo que en general se está haciendo bien, pero sigo sin ver claro que ello tenga que pasar por echar abajo el avance que ya se ha hecho.
Casi todas/os quienes me leéis lo hacéis desde hace tiempo, y sabéis que desde hace como un año he entrado en modo zen y no me meto en berenjenales, pero quizás estoy echando un poco de menos, en mis círculos, ver en este debate un poco más de diversidad de opinión, y estoy despistada, porque no sé si es que soy una ingenua o que me estoy perdiendo algo. A ver si al final va a ser que no soy feminista.
Edito para añadir:
Se abrió un interensantísimo debate al compartir este post en mi página de facebook.
Imagen destacada: mi marido haciendo la comida para nuestros hijos mayores durante el parto de nuestro hijo pequeño. Foto de Ana Hevia, Pie de foto. @anahevia_