Qué razón tenía el tío Ben.
Yo tengo un calendario ‘así de la manera’ para los almuerzos de los peques, y el primer día de clase tras las vacaciones de Navidad «tocaba» (y ellos se lo esperaban) queso y espetec. Pero pensé que meterles por sorpresa un bocadillo de chocolate, que tanto les gusta a ambos, sería un bonito detalle para animarles la vuelta al cole. A veces les meto notas también, con el almuerzo, que les gustan casi tanto como el chocolate, así que les metí estas dos tonterías junto al bocadillo. Y entonces pasó algo:
Resultó que su primer día tras las vacaciones fue regular. Regular tirando a una mierda, vaya. Tuvieron algún problema con algunos compañeros y les afectó bastante. Pero cuando me contaron su «día de mierda» también me contaron que entonces llegó el recreo y en sus mochilas encontraron sus notas y luego averiguaron que la sorpresa eran los bocadillos de chocolate, y todo volvió a estar bien porque, aunque las cosas feas no desaparecieron por arte de magia, en ese momento el mundo volvió a ser para ellos un lugar amable que les hizo sonreír.
Y cuando me lo contaron me sentí abrumada y un poco flipada también, porque según crecen a veces se me olvida que las madres y los padres tenemos un superpoder increíble: tenemos el superpoder de hacerles felices. Fue como ¡WOW! Con qué poquito, con qué pequeño gesto y desde la distancia, pude contribuir a que su día fuera un poco mejor.
¡Qué razón tenía el tío Ben!: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad».
Ojalá, ojalá pudiera evitarles siempre todo lo malo que les pueda pasar. Sé que no puede ser: que a veces no estarán conmigo y el mundo en ocasiones les mostrará su cara más gris. Pero, porque es mi superpoder hacerles felices, es mi -nuestra- responsabilidad hacerlo. Hacer cuanto podamos para que recuerden siempre, siempre, que la vida es un lugar en el que vale la pena estar.
Feliz día, gente con superpoderes 

