Relatos

Querida yo de hace siete años. Exactamente siete.

dav

 

Sé que aún estás recuperándote de la fiesta. No es un eufemismo: me refiero a la fiesta de cumpleaños de tu hijo mayor, que habéis organizado y celebrado solo quince días después de que haya nacido la pequeña. Recuerdo que fue agotador, mucho más que parir, dónde va a parar.

Menos mal que tienes esa tribu tuya que te ha ayudado y se han ocupado de llevar las meriendas. Seguro (y estoy segura) que todo estaba riquísimo, aunque te cuento un secreto: dentro de siete años solo recordarás la tarta de Nati, las galletas de mantequilla de Sandra y los chips de manzana de Queralt. Y te cuento otro secreto: dentro de siete años, muchas de las personas que ahora están en esa tribu ya no estarán ahí. Pero bueno, poco a poco. Ya llegará todo.

Si todavía no te lo ha dicho, César no tardará en decirte que los próximos años mejor celebrar el cumpleaños fuera porque, ¡madre mía! Qué montón de gente en casa. ¿Cuántos érais, entre niños y adultos? ¿Treinta personas? Pues sí, los próximos años lo celebraréis fuera. Hasta este año, que volverá a ser en casa, pero sin gente. Solo la familia. No la familia cercana. Nada de abuelas, tíos ni primos. Solo vosotros, nosotros.

Y ese es el motivo por el que este año la carta llega con tanto retraso, antigua yo. Este año también te tocará organizar cumpleaños. Dos: uno para él y otro para ella. Pero muy diferentes, porque querrás compensar dentro de casa todo lo que este año se les ha quitado fuera. Pero será bonito, no te preocupes, porque tus hijos son agradecidos y harás lo que esté en tu mano porque vivan esto como una aventura y un aprendizaje.

Pero si he tardado en escribirte no es porque estuviera muy ocupada organizando cumpleaños, hinchando globos, decorando el salón o envolviendo regalos. Es porque me da miedo pararme a escribir sobre el momento presente. Porque no quiero. Porque se me atraganta. Porque, si me paro, irremediablemente me echo a llorar. Es como vivir un duelo sin haber tenido aún ninguna pérdida, y sumas la culpa (¡siempre la culpa, joder!) de sentirte en un duelo cuando otros están peor, porque sí que han perdido ya.

Y así estoy, así estarás: viviendo por inercia sin pararte a pensar demasiado en lo que tienes alrededor, porque cada vez que paras un poquito el corazón se te encoge y el miedo te hace presa, y solo quieres agarrar a tus hijos y a tu madre y huir a una caverna donde nadie os encuentre jamás. Y como, en el fondo, tampoco quieres que tus hijos vivan en una caverna lejos de un mundo que a veces es amable, pues tragas, reprimes y tiras. Ya llorarás, ya lloraré, cuando todo haya pasado. Si eso.

¿Ves? Esto es lo que no quería, ponerme tremendista y joderte el rato. Perdona. Tú ahora no te preocupes por nada de esto que te cuento, que estaréis bien. Alterados, inestables como en un terremoto, sí, como cuando la tierra tiembla, pero bien. Ahora céntrate en los dos bollitos que tienes contigo, en disfrutar de su presencia y su aroma y, si te sobra tiempo, ayuda a César a recoger el salón. Pero sobre todo disfruta de tus hijos, de todo lo que te enseñan y te dan cada día. Las flores, las piedras, los palos, los higos. Los abrazos tibios que aprietan más de lo que abarcan, los besos llenos de babas porque se dan sonriendo, las palabras de trapo que inventarán para ti. Las parisosas de colores. Las vacaciones en Vallalodid.

Tienes, tenemos, unos hijos maravillosos. Maravillosos de verdad. Fíjate: justo ahora, mientras te estaba escribiendo, Aine (sí: esa cosita tan pequeña que ahora tienes en tus brazos), vestida de Halloween y aún con restos de maquillaje en la cara, ha venido a cantarte una canción que te acaba de escribir, dándote la gracias por cuidarlos a los tres.  Ojalá al final, cuando hagamos balance, podamos decir que hemos estado a la altura.

Dentro de siete años os tocará vivir tiempos interesantes. Pero te prometo que habrá muchas cosas buenas. Incluso a pesar del miedo.

Felicidades, antigua yo.

Espero verte aquí  el año que viene.

¡Gracias por compartir!
FacebookTwitterGoogle+

Comentarios