Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os abrazaría muy fuerte.
Os diría que os quiero, con una profundidad que supera el espacio que ocupa mi cuerpo. Y os lo diría cada día. Seguramente varias veces. Y lo pensaría cada vez que os mirara callada mientras jugáis.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, pondría todas mis ganas en no volver a gritar. Porque no es esa la madre que quiero que recordéis, una que grita y que se pasa el día enfadada por tonterías.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os leería cada noche. Porque a veces pasan días y no os leo porque estoy cansada, como si vosotros fuerais a ser niños para siempre. Así que sí: os leería mucho, cada noche, antes de daros un abrazo y deciros, otra vez, cuánto os quiero y desearos dulces sueños.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, mandaría a la mierda internet. Nunca más me quedaría absorta leyendo a un desconocido en la red en lugar de prestaros atención cuando me llamáis. Nunca más un “espera”. Nunca más un “ahora no”.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os dejaría comer más azúcar. A veces creo que os niego una infancia acelerada que yo sí disfruté.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, dejaría de enfadarme por gilipolleces. Porque interrumpáis una conversación. Porque parece que no me escucháis. Os dejaría saltar en el sofá.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, haría desaparecer a muchas personas que hasta hoy importaban algo en mi vida. Porque, lo reconozco, muchas de ellas no se merecen estar. No merecen que les dedique a ellas ni uno solo de los minutos que os puedo dedicar a vosotros. Y, sin embargo, lo hago, quién sabe por qué.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os diría que no busquéis nunca a alguien que os haga felices: quedaos con quien quiera que seáis felices a su lado. Nunca permitáis que sea otra persona quien decida sobre vuestra felicidad.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os diría que no renunciéis a nada. Sed buenos, dulces, compasivos. Tratar bien a la gente hace que el mundo, ese que vosotros también habitáis, sea mejor porque, os lo prometo, es una cadena que siempre acaba volviendo a ti. Pero poneos siempre por delante. Primero vosotros. Después, los demás.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os diría que la vida es demasiado valiosa como para dar cabida en ella a aquello que nos hace daño. Zapatos, trabajos, personas.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os diría que peinarse está sobrevalorado y que ningún título o falta de él dirá jamás quiénes sois. Vivid. Disfrutad del sol en la piel, la lluvia en la cara, la cerveza en la garganta, la arena en las manos, la hierba en los pies.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os diría que sois libres de hacer lo que os venga en gana para ser felices. Que améis vuestros cuerpos, que si están sanos son perfectos. Y que estáis en vuestro derecho, aunque me duela, de tener complejos y querer ocultarlos, como hemos hecho todos alguna vez. Aunque también desearía para vosotros que no tardéis demasiado en comprender que todos los complejos son absurdos, y que nunca, jamás, dejéis de vivir nada por su culpa. Ni una foto, ni un baño, ni una noche loca.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, dejaría de contaros que la gente es buena. Os diría que hay gente buena, pero también hay gente mala. Os diría que os cuidéis. Que os protejáis. Y que uséis protector solar aunque sea un coñazo echárselo porque, joder, el cáncer es una mierda: si os toca os tocó, pero no compréis papeletas.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, dejaría de importarme cualquier mierda que no amenace con quitarme la vida. Porque todo lo que no amenaza nuestro tiempo juntos solo es eso: mierda.
Si hoy me dijeran que tengo cáncer, os abrazaría fuerte. Os abrazaría muy, muy fuerte, e intentaría no soltaros jamás. Intentaría que ese abrazo me aferrara a la vida con todas mis fuerzas, os lo prometo, para no tener que perderme veros crecer; convertiros en los adultos excepcionales que sé que vais a ser.
No sé qué pasará hoy. Ni mañana. Quién lo sabe. Pero no voy a esperar.
Porque nadie sabe, nunca, qué día será el último. Cuál será la última vez.
Así que voy a abrazaros muy fuerte.
Y no os soltaré jamás.
