Si hoy me dijeran que tengo cáncer
El paso que separa un mundo hostil de un mundo amable


Sobre encierros
Hola, papá
Hola, Papá.
Te guardo en las cosas pequeñas, ¿sabes?
Yo no sé cómo se siente cuando se tiene mucho, pero creo que no podría haber mansión en el mundo que guarde a alguien como lo guardan las cosas pequeñas. Sí: creo que es ahí donde estamos y donde nos quedamos. En las cosas pequeñitas. En las de a poquitos todos los días.
Tengo dos botes de ColaCao en el despensero que te llevan a ti, porque en su día los guardaste, los lavaste, los secaste bien, bien, bien por dentro, los rellenaste de nuevo con algo distinto y por fuera, con un rotulador permanente azul, escribiste:
«SAL FINA»
«SAL GORDA»
Y más que imaginarte te veo escribiéndolo mientras lo sostienes en el aire, con las gafas puestas sobre la punta de la nariz, la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás y aproximando unos trazos imaginarios antes de posar el rotulador sobre el plástico y darle a las letras su forma definitiva. Así es como seguro lo hiciste. Cuidadoso y metódico como tú eras.
Y veo las letras escasas de curvas, con líneas rectas y decididas que mueren en un punto que delata que ahí, justo ahí, se detuvo tu mano al acabar cada letra y antes de pasar a la siguiente. Leer artículo completo
‘Mastín y la chica del galgo’, un libro solidario imprescindible
Pues resulta que este verano lo he hecho polvo y, por primera vez desde 2010 (año en que me convertí en madre) he dedicado un verano enterito a leer lo que me ha dado la gana. Bueno, y lo que me ha dado tiempo, pero quiero decir que me he dado el placer de dedicarme tiempo para mí, para leer. La mitad de ese tiempo, lo admito, con un bebé de más de un año bien agarradito al pecho.
El resultado ha sido que me he comido tres novelas enteritas (una de ella ‘Una columna de fuego’, que lleva sus mil paginazas), y tengo otra empezada que, una vez arrancado septiembre, me está costando un poco más, porque me pasa con los libros lo que con los maratones en Netflix: que no puedo ver «un poquito» y, si solo tengo un ratito, pues acabo por no ponerme.
Total, que de las que sí que he leído os quiero hoy hablar de una en particular: Mastín y la chica del galgo, de Melisa Tuya.
Hola, Papá
Se acerca el día.
Es una mierda, ¿sabes? El sábado serán dos años y aquí estamos, empeñándonos en estar tristes porque la fecha lo manda. Pero ya sabes cómo va esto: tú vas organizando tu calendario, y luego la vida hace lo que sale de los huevos, te venga bien o mal. Así que este sábado debería estar triste, pero no sé si lo estaré, porque el viernes voy a hacer una firma de libros en la librería de Rafa. ¡Porque he publicado otro libro, ¿sabes?! Este es de humor. La gente me está enviando mensajes dándome las gracias por las risas y es… Jo, es genial, papá. Saber que aportas un poco de alegría a la vida de alguien. Digo muchos tacos, todos los que a ti no te gustaban. Seguro que también te reirías un montón. Leer artículo completo
Olía a sangre y caramelo…
Hola, amor mío. No tenía pensado sentarme hoy a escribir, porque tengo mucho que hacer y, además, no me gusta escribir “por obligación”. Ya sabes: fechas señaladas, eventos especiales… Esas cosas. Pero es que me apetece mucho contarte algo, así que siéntate a leer. Te voy a contar una historia:
Durante días, la casa olió a sangre.
Huele bien, ¿sabes? Es que estamos acostumbrados a que nos digan que, de alguna manera, la sangre es mala porque donde hay sangre han pasado cosas horribles, pero no es cierto. La sangre es lo que somos. Es, de hecho, lo que nos nutre y mantiene vivos. Y sí… Huele bien. Huele a vida.
Durante días, la casa olió a sangre y calor, como a galletas y a caramelo. Olía a parto. A vida recién estrenada. Después no. Después olía a leche dulce y a sudor. Era una ola de calor. Una de tantas. Ahora, escribiendo, me pregunto si cuando tú tengas edad para leer esto habrá muchas más, y se me encoge un poquito el corazón. Y sí… Olía a leche dulce y a sudor. Aún huele así. Leer artículo completo
Nuestra Señora de París


Lo que aprendí en un año de ‘Motivos para ser feliz’
Me consta que la mayoría de los que andáis por aquí me leéis desde hace tiempo, así que probablemente esto ya lo sabéis:
Hace poco más de un año, mientras mi padre estaba en el hospital, en sus últimos días, empecé a publicar #motivosparaserfeliz. No pretendía hacer una terapia, no buscaba evadirme, no tenía una intención ni un programa a largo plazo. Sencillamente una mañana, llevando a los niños al colegio antes de ir al hospital, en medio de toda la pena que me consumía aquellos días, sucedió algo. Algo sencillo, cotidiano y embriagador, que me hizo sonreír. Y pensé que solo aquello, por sí mismo, era para mí suficiente para ser feliz.
#motivoparaserfeliz n1: Camino al cole los niños se pelean por 1postre imaginario. Él cree que ella le ha dado un mordisco demasiado grande
— Jessica Gómez (@quenomefalte) 20 de septiembre de 2017
Quise fijarme en esas pequeñas cosas que me hacían sonreír a diario, en medio de la tristeza y la angustia crecientes, que se iban mezclando con la esperanza de que todo acabaría bien. Aunque algunos motivos, no podía evitarlo, se teñían de pena. Como el del café de máquina del hospital, que estaba más rico que el de la cafetería.
#motivoparaserfeliz n.6: el capuccino de avellana.
— Jessica Gómez (@quenomefalte) 26 de septiembre de 2017
Puede que, en el fondo de mi ser, supiera que el final de aquel camino estaba cerca.
#motivoparaserfeliz n.7: #hallelujah de Leonard Cohen
— Jessica Gómez (@quenomefalte) 26 de septiembre de 2017
#motivoparaserfeliz n.9: amanece otra vez.
— Jessica Gómez (@quenomefalte) 28 de septiembre de 2017
El día que escribí que amanecía otra vez, fue el último día que pisamos aquel hospital, por entonces.
El primer amanecer sin mi padre, al día siguiente, él fue mi motivo para ser feliz. Simplemente, porque tuve la suerte de que fuera mi padre.
#motivoparaserfeliz n.10:
MI PADRE ❤— Jessica Gómez (@quenomefalte) 29 de septiembre de 2017
Los días siguientes me descubría siendo feliz con pequeñas cosas, que bailaban entre la intensa tristeza del momento que vivía…
#motivoparaserfeliz n.12: Despedir a tu padre y que al día siguiente alguien deje esta nota en su portal ❤ pic.twitter.com/btL4u6xBS4
— Jessica Gómez (@quenomefalte) 30 de septiembre de 2017
#motivoparaserfeliz n.15:
– Chicos, siento mucho haberme puesto tan nerviosa.
– Tranquila, mamá, no pasa nada. Sabemos que estás muy triste.— Jessica Gómez (@quenomefalte) 3 de octubre de 2017
Y el más absoluto de los absurdos.
#motivoparaserfeliz n.13:
Mi hijo llora de la risa cada vez que oye la palabra ‘pedo’ ?— Jessica Gómez (@quenomefalte) 1 de octubre de 2017
#motivoparaserfeliz n.16:
En @BurgerKing puedes pedir café con leche o con nata, pero no café con leche y nata porque ‘no se puede ticar’ ?— Jessica Gómez (@quenomefalte) 4 de octubre de 2017
Y, antes de que pudiera darme cuenta, la vida me llevó.
#motivoparaserfeliz n.24:
Bañas a los perros, abres el baño, los ves correr al salón y le gritas al niño «¡¡SUJETA EL PORTÓOOOOOOOOONNN!!»— Jessica Gómez (@quenomefalte) 12 de octubre de 2017
#motivoparaserfeliz n27:
Los niños han ido solos a comprar el pan. SOLOS. Durante siglos los juglares cantarán canciones sobre este día ???— Jessica Gómez (@quenomefalte) 14 de octubre de 2017
Para cuando quise pararme a pensar en qué estaba haciendo al escribir mis motivos para ser feliz, ya estaba enganchada. Seguía sin pretender ser una terapia, sin tener ningún propósito definido, pero no podía dejar de dedicarme ese ratito, cada día, para pensar en todas las cosas que me hacen feliz.
Quería hacer un post especial, algo así como un top ten, pero no he sido capaz. Porque un año después, repaso todos esos motivos y me doy cuenta de dos cosas: que he aprendido mucho, y que soy una persona MUY afortunada. Tampoco quiero daros la paliza con esto, es más bien como subrayar las mejores páginas de mi diario. Algo que hago porque me produce placer personal, porque sé que me gustará releerlo en el futuro tanto como me ha gustado revivirlo ahora.
Esto es lo que he aprendido: Leer artículo completo